La ventana del cuarto apenas cubierta
con aquella cortina, era la única protección de la que disponía para no ser
vista.
Cada día empeñaba un tiempo de su vida en
observar esas manos que sujetaban aquella pluma y esos rizos que dejaba ver al
inclinarse para escribir.
Que había en esas líneas?
En ocasiones le veía levantar la cabeza
y con la mirada perdida en el cuadro que suponía su ventana le veía como se dejaba llevar por la
imaginación para después, acto seguido, reanudar su relato con una sonrisa.
Sus labios...
Cuantas veces había imaginado ella
ser presa de ellos? Pero las pocas veces que se habían cruzado el tan siquiera
la había mirado.
Aquella tarde el salió a toda prisa, el
autobús no esperaba a nadie , iba cargado como siempre de mil libros y por la
velocidad que llevaba no se dio cuenta de que uno en concreto se deslizaba de
sus manos y quedaba desparramado en el suelo.
Quise gritarle para que volviera, pero
viendo que ya subía al autobús lo di por perdido.
Baje a la calle y como quien coge a un
recién nacido levante del suelo esas cuartillas que aun embarradas yo adoraba.
Aquel día espere y espere en la ventana,
verlo regresar, pero las horas pasaban y el no aparecía.
Su cuaderno irradiaba luz propia, ahí,
entre esas pastas de cartón estaba
el objeto de mi deseo, y yo por cobardía
o por respeto aun no había sido capaz de abrirlo.
La tensión me podía, el reloj no
avanzaba, y su puerta no se abría.
El reflejo de unas luces contra mi
ventana me despertó, me debí quedar dormida esperando.
Abajo en su puerta estaban un par de
agentes que hablaban con su madre, no hizo falta escuchar, la expresión de su
cara me lo dijo todo.
Los días han pasado, mi tristeza solo me
dejo salir para darle mi último adiós, me escondí como hacia siempre que
necesitaba no ser vista entre las ramas de aquel enorme árbol que con sus
brazos y hojas caídas parecía que lloraba a la vez que yo.
Cuando llegue a casa, el cuaderno ya no
brillaba, mas bien parecía hacerme burla y reírse de mí por cobardía.
Me senté y con
manos temblorosas acaricie sus pastas, y comencé a leerte.
Diario que me acerca a ti:
Día 1.
Las clases ya han empezado, todo es normal,
gente que corre por los pasillos y ni cuando choca contigo y desparrama tus
cosas por el suelo se para a saludar, vivir en esta zona y como nuevo, no está
siendo la maravillosa aventura de la que mamá hablaba…
Día 5.
Parece que no estoy solo en este lado
del universo, al parecer tengo una vecina en frente y parece ser de mi edad, y
digo parece por que vive escondida entre libros melena y cortinas.
Hoy la vi en el instituto, no me saludó.
Día 15.
Se sienta siempre al final de la clase a
la izquierda, y hoy por fin la vi sonreír, sus dientes son blancos y bonitos y
sus ojos rieron a la vez que ella, me pareció que podía ser bonita.
Día 30.
Sé que está ahí, la veo todos los días, sé que me
observa, se esconde entre las cortinas de su cuarto, pero solo porque no
entiende lo bonita que es y lo que la deseo.
Algún día la parare por la calle y la
invitare a dar un paseo o tomar un simple helado, de que le gustaran? Sería
interesante sorprenderla sabiéndolo. Tendré que investigar!
Día 74.
Hoy la llame cuando cruzaba, fue en uno
de esos pocos arranques de valentía que tengo de vez en cuando, la mala suerte
de ese camión pasando a la vez, creo que fue lo que hizo que no me escuchara y
por lo tanto ni se volviera.
Anduve detrás de ella todo el camino a
casa hasta verla entrar en la suya.
Mi imaginación me regala la idea de que
justo cuando iba a entrar giro un poco la cara y me miro por unos segundos…
Lo tengo decidido, cuando vuelva de entregar el trabajo de ciencias pasare por su casa y la invitaré a salir, la llevare a cualquier sitio para hablar, hoy solo le diré que se que existe.
Mañana que yo si la veo.
Y quizás pasado....
Quizás pasado por fin,me atreva a besarla.
FIN.
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