jueves, 11 de diciembre de 2014

HECHIZO


Era una estancia  prácticamente diáfana.
 En el centro presidiendo, había  una inmensa alfombra blanca que soportaba una bañera con pies. 
Como única iluminación? los cientos de velas de distintos grosores y tamaños que allí alumbraban.
Una enorme ventanal con arco de casi hasta el suelo, hacía de  punto de unión  con el exterior, ese y el sonido del viento cantando en  otra noche cerrada.
Este ritual que empezaba una noche más, la enamoraba, no importaba lo que hubiera traído el día, ese momento era suyo y en él se deleitaba con tanto placer, que más parecía que se entregaba a su amante,
Y en cierto modo así era.
El protocolo para romper por minutos el hechizo exigía que desde la puerta ya dejara caer la última prenda que la cubría.
 No había música, el silencio la envolvía con su inmensidad y así, deslizándose etérea, se  presentaba ante aquel inmenso espejo de marco plateado, que miraba mimoso entre brumas de vapor sus curvas, deteniéndose primoroso en aquellas  líneas y admirando sus andares.
Después sabiéndose admirada, flotaba en aquella balsa transparente y vaporosa, que ansiosa la esperaba.
Extendía sus cabellos por el agua y  se dejaba arrullar por no sé qué melodías, que  solo se entonaban  para ella.
Cuando salía... brillaba y millones de gotas  en señal de despedida, marcaban un recorrido eterno por todo su cuerpo lamiendo por última vez su piel.
entonces, nuevamente   volvía frente a él, y parándose ante sus ojos de cristal le dejaba esa muda pregunta,  De… hasta cuándo?
 Y que el jamás podía contestar.
Entonces... si aquello no era suficiente, para romper el hechizo, lo tocaba.
Pasaba exquisitamente sus dedos por la superficie fría y con una mueca picara desaparecía por unos instantes para volver a aparecer ante él con un delicioso camisón de seda que calzaba en su cuerpo, provocando por fin con ello que una vez más el pudiera atravesar ese mar de mercurio por unos instantes y la abrazara.

Ella se acurrucaba en su hombro, y por esos escasos segundos el cambiaba la frialdad del cristal por un cuerpo cálido que la envolvía y hacía sentir mujer.
Después toda magia desaparecía.... 
Una vez más, La estancia volvía a quedar casi diáfana, en donde un gran espejo presidia junto a una inmensa alfombra blanca  y en cuyo centro una bañera de pies vacía descansaba.

FIN.

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