SEDA Y PIEL
Corría una mañana de primavera de
un lugar cualquiera.
Como cada Amanecer y tras una larga
noche, acabe mi jornada en el club.
Un lugar tétrico, siempre a media
luz. Rodeado de encantadoras señoritas que vendían su cuerpo por un puñado de
dinero. Unas por necesidad y otras por puro placer. Cada día una de ellas me
ofrecía sus servicios como consolación por una noche más junto a ellas. Creo
que aunque yo las compadecía ellas se compadecían aún más de mí.
El trabajo nocturno había mermado mis
relaciones con mujeres normales. No tenía casi amigos. Las mañanas las pasaba
tratando de dormir para aguantar una noche más.
Siempre decía lo mismo. ”Una noche
más y lo dejo" . No paraba de repetírmelo y ya habían pasado diez largos
años.
Mis ojos relataban el dolor y la
amargura en la que me veía sumido. Pero nadie se paraba a míralos con
detenimiento como para darse cuenta de ello.
Como cada mañana de vuelta a casa pase
por el barrio chino. Me paraba delante de la tienda de sedas a admirar tan
delicadas prendas. Soñaba con aquel día que el amor volviera a tocar mi corazón
y de nuevo un torrente de sentimientos fluyera por mis venas. Soñaba con
engalanar a mi princesa con tan suaves prendas. Haciéndole sentir una caricia
mía cuando yo no pudiera estar delante.
Sentir en su piel el delicado tacto de
la prenda deslizándose por cada una de sus curvas y como en cada paso, el aire
dibujaría su silueta para dar de nuevo vida a mi mirada.
Continúe mi camino a casa y al llegar al
parque, como cada mañana; ahí estabas tú. Radiante, cautivadora, con ese
rostro tan dulce. Sentada junto a aquel indigente. Charlando con él y
ofreciéndole un café caliente.
Yo me sentaba a lo lejos. Admirando tú
dulzura. El trato que dabas a alguien necesitado y esperando que algún día
cambiaras de banco y te acercaras al mío a darme consuelo a mí. Pero ni tan
siquiera una sola vez en cinco años me habías mirado. Ni tan siquiera habías
girado tu cabeza para cruzar tu mirada con la mía. Me levante tras tus pasos y
me dirigí al centro de ayuda al necesitado a donar como cada día el dinero para
que así tu pudieras estar como cada mañana en aquel parque, junto a aquel
indigente y como cada mañana pudiera admirar de nuevo en ti lo que tanto
ansiaba mi corazón.
Aquella noche fue intensa, las apuestas
en el
Juego caldearon el ambiente tanto o más
que las chicas.
Una muy buena cantidad de alcohol ayudo
A que mi boca se soltara y le hiciera de paladín a quien no debía, la querida
de aquel tipo, que hasta hacia poco había creído amigo y acabo siendo mi socio.
El caso es que lo que empezó
siendo una noche normal en la medida de esta normalidad, acabara a golpes y yo
tirado en la cuneta, medio muerto.
La excusa? Hablar cuándo y de quien no
debía.
La realidad? No permitir, la
cesión completa del negocio para hacer y deshacer a sus anchas con sus
trapicheos.
Cuando desperté, me dolía hasta
respirar, pero paradójica-mente, fue algo que me alegro, por q no era otra cosa
que la muestra de que aún seguía vivo.
Anduve sin rumbo lo que quedaba de
noche, que no debía ser mucha por que pronto las luces del alba, me saludaron
con la alegría propia de un nuevo amanecer, algo que nada tenía que ver con mi
aspecto y menos mi humor.
Conseguí reconocer el sitio donde me
encontraba, antes de que un dolor infernal me partiera en dos y me clavara de
rodillas a los pies de un banco del parque.
Mi última imagen... Tú, por fin me
habías mirado.
4 días más, tarde
en despertar, solo en la cama de un hospital.
Con un paso grotesco conseguí llegar al
baño y pude contemplar lo que quedaba de mí, esos hijos de puta hicieron
un buen trabajo, aun después de 4 días seguía pareciendo un amasijo de carne
mezclada con costillas rotas, que ni mi madre habría sido capaz de reconocer.
Abandone mi vida de golpe, me recluí en
casa o lo que tenía como tal y lamí mis heridas durante dos
meses enteros, hasta que mi aspecto volvió a ser algo normal.
En el parque ya no había rastro de ti,
conseguí enterarme de que te habías mudado y que ahora estabas en el
otro lado de la ciudad.
No fue difícil encontrarte, solo habías
cambiado de barrio pero no de costumbres y hábitos.
Provoque un encuentro casual en el súper
mercado que había debajo de tu casa, fue una delicia ver tu cara de sorpresa al
toparte de bruces conmigo, Por un momento pensé que me habías reconocido, pero
solo por un momento, rápidamente reaccionaste al impacto, soltando tus
bolsas y desparramando toda tu compra por el suelo.
Calar en tu vida fue fácil, emplee todas
mis armas como seductor, y si de algo sabia era de eso.
Poder desplegar mi abanico en
alguien tan puro, hacía que todo fuera mágico y nuevo, tanto para ti como para
mi alma perdida.
Poco a poco te ibas convirtiendo
en ese salvavidas al que me agarraba con desesperación, intentando inhalar
tu aire limpio y fresco.
Cada sonrisa que me dedicabas me pegaba
tal pellizco en el alma que me hacía flotar como nada lo había hecho hasta ese
momento.
A veces sin que tú lo supieses te
contaba mis propios sueños vivencias e incluso deseos, los narraba como
historias de terceros o cuentos, y tú escuchabas atentamente cada una de ellas.
Yo observaba tus reacciones, y
dependiendo de ellas conseguía aliviar un poco mi alma o hundirla un poquito
más.
Curiosamente la que más te impacto, fue
la de aquel muchacho que soñaba despierto en el escaparate de aquella tienda de
encajes, en poder vestir a su enamorada Ficticia con tales prendas, Y esperaba
pacientemente que ella apareciera en el tiempo, día tras día.
Conseguí establecerme en la zona
abriendo un estudio fotográfico cerca de tu casa.
Mi clientela era lo suficientemente
amplia como para llevar una vida sin lujos pero holgada.
Recuerdo aquel día totalmente nítido en mi memoria, en un abrir y cerrar de ojos el
cielo se abrió pillándonos aun en la calle, intentamos
avanzar corriendo por la calle, salpicándonos con nuestras
propias zancadas.
a lo lejos y un poco turbio, vi a dos
personas refugiadas en un portal cerca del tuyo, un avance más y pude comprobar
con un escalofrió de quienes se trataba.
Llegamos a tu casa y metiéndote en el
portal con unas simples buenas noches salí disparado de allí, no pude esperar a
ver tu cara. No habría podido.
Nada mas girar la esquina me topé con tu
vecina, esa pesada y charlatana que no para ni debajo del agua, me retuvo allí
el tiempo suficiente como para que cuando quise llegar a donde había visto a mi
socio y su amante, ya no hubiera rastro de ellos... Sabía dónde encontrarlos,
eso no era problema, pero y si en el tiempo que tarde en llegar ellos fueron a
hacerle una visita a ella?
Mi cara de pánico no tenía nada
que ver con lo que sentí por dentro, odio terror y angustia se mezclaron para
hacerme reaccionar y salir disparado de nuevo a tu casa.
Cuando abriste tu cara de sorpresa fue
un alivio, ahí estabas tú, tan bonita y frágil como siempre, y yo empapado
hasta los huesos queriendo comerte para así poder saciar un poco del
hambre que tenia de ti.
No dije nada, entre Y cerré
la puerta sin dejar de mirarte , sabía que si te rozaba no habría marcha atrás,
me sería imposible no devorarte, pero fuiste tú quien reacciono, besaste mis
labios, y a continuación me volviste a mirar, tus ojos eran una pregunta
callada , de veras dudabas de mí ? Empecé a reír como un loco, ahí estaba la
mujer que durante 5 largos años había alimentado mis sueños y deseos hasta el
punto de hacerme cambiar de vida, y ella dudaba de si yo quería ser besado.
Tu reacción no fue nada divertida , al menos
para ti , abriendo la puerta de nuevo y con un cara mortalmente seria y digna
me pediste que me marchara, tu humillación se reflejaba en tus ojos y eso fue
demasiado ya para mí.
Cerrando de un portazo avance hacia ti y
me recree en besar esos labios que me estaban matando con solo mirarlos.
Estaba perdido, ya no había marcha atrás,
te necesitaba y tú me hacías saber que también, decir que no había dulzura en
ese festín seria mentir, pero la dulzura estaba mezclada en perfecta combinación
con pasión seducción sensualidad y ternura.
Todo para mí era magia en ti, recorrer
con mis dedos tus curvas una locura febril y beberte con mis labios el placer más
buscado.
Entrar dentro de ti fue la liberación
que necesitaba y oírte explotar de placer entre mis brazos, algo que aún me
hace estremecer.
Eras mía, ahora sí. Esa fue mi primera
revelación al despertar a tu lado y verte dormir.
La segunda fue que
Necesitaba protegerte de todo, incluido si era necesario de mí.
Cuando entre en el club parecía que
todos me esperaban, me dirigí directamente a mi despacho y allí estaba el, la
mesa decorada con perfectas líneas de polvo blanco y su eterna sonrisa de cabrón.
Le tire el papel que buscaba y en el que
cedía sin precio alguno mi parte, no quería nada de aquel antro y ojala con
esta cesión también hubieran ido mis diez años perdidos de vida.
Cuando estaba saliendo de allí Mabel me
sujeto por el brazo y me pidió hablar conmigo un momento, sus modales eran como
no de cabaretera y convencer a un hombre que pretende escapar a sus encantos un
reto imperdonable de ser perdido.
Su mano se introdujo, en mi chaqueta
buscando piel y la otra probó suerte más abajo, en mi pantalón.
Ese fue el momento en el que te vi a ti,
levabas un paquete en la mano, no sé qué demonios andabas haciendo en el barrio
chino, pero lo cierto es que me mirabas allí quieta, con una cara sin expresión,
por la que corría una sola lágrima.
Tu condena sin juicio previo estaba
clara, y yo impotente no podía correr a tu lado y explicarte, para que
nadie pudiera vincularte conmigo.
Ahí te deje, clavada en la acera viéndome
entrar de nuevo entre las carcajadas de aquella fulana que me repugnaba y
viendo morir de golpe toda posibilidad de felicidad contigo.
Intente a la mañana siguiente explicarte,
pero ni abriste la puerta ni cogiste teléfono anduve tres días
borracho en tu calle, pero ni rastro de ti.
Mi último intento fue escribir en una
carta todo aquello que no querías escuchar y hacértelo llegar a tu buzón.
Pero nada...... Nunca llego respuesta.
Dos meses hace ya que abandone aquella
zona, todo me provocaba una melancolía y tristeza que me estaba matando, y por
pura supervivencia decidí que si no te podía tener mejor huir.
Estaba saliendo de la ducha cuando el
timbre sonó, me envolví en un albornoz y me dispuse a abrir la puerta, pero al
hacerlo no había nadie.
Cuando estaba a punto de
cerrarla, me di cuenta de que en el suelo había un paquete, lo recogí
extrañado y lo empecé a abrir. Perfectamente doblada estaba entre papeles
de seda la prenda más etérea y delicada que jamás había visto.
Como única nota aclaratoria la frase
" Déjame ser ella...."
Como muestra de que no era un sueño tu
sonrisa tras la puerta que automáticamente volví abrir.
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario