martes, 9 de diciembre de 2014

SEDA Y PIEL

SEDA Y PIEL

Corría una  mañana de primavera de un lugar  cualquiera. 
Como cada Amanecer y tras una larga noche,  acabe mi jornada en el club. 
Un lugar tétrico,  siempre a media luz. Rodeado de encantadoras señoritas que vendían su cuerpo por un puñado de dinero. Unas por necesidad y otras por puro placer. Cada día una de ellas me ofrecía sus servicios como consolación por una noche más junto a ellas. Creo que aunque yo las compadecía ellas se compadecían aún más de mí. 
El trabajo nocturno había mermado mis relaciones con mujeres normales. No tenía casi amigos. Las mañanas las pasaba tratando de dormir para aguantar una noche más. 
Siempre decía lo mismo.  ”Una noche más y lo dejo" . No paraba de repetírmelo y ya habían pasado diez largos años. 
 Mis ojos relataban el dolor y la amargura en la que me veía sumido. Pero nadie se paraba a míralos con detenimiento como para darse cuenta de ello. 
Como cada mañana de vuelta a casa pase por el barrio chino. Me paraba delante de la tienda de sedas a admirar tan delicadas prendas. Soñaba con aquel día que el amor volviera a tocar mi corazón y de nuevo un torrente de sentimientos fluyera por mis venas. Soñaba con engalanar a mi princesa con tan suaves prendas. Haciéndole sentir una caricia mía cuando yo no pudiera estar delante.
Sentir en su piel el delicado tacto de la prenda deslizándose por cada una de sus curvas y como en cada paso, el aire dibujaría su silueta para dar de nuevo vida a mi mirada.
Continúe mi camino a casa y al llegar al parque, como cada mañana;  ahí estabas tú. Radiante, cautivadora, con ese rostro tan dulce. Sentada junto a aquel indigente.  Charlando con él y ofreciéndole un café caliente. 
Yo me sentaba a lo lejos. Admirando tú dulzura. El trato que dabas a alguien necesitado y esperando que algún día cambiaras de banco y te acercaras al mío a darme consuelo a mí. Pero ni tan siquiera una sola vez en cinco años me habías mirado. Ni tan siquiera habías girado tu cabeza para cruzar tu mirada con la mía. Me levante tras tus pasos y me dirigí al centro de ayuda al necesitado a donar como cada día el dinero para que así tu pudieras estar como cada mañana en aquel parque,  junto a aquel indigente y como cada mañana pudiera admirar de nuevo en ti lo que tanto ansiaba mi corazón. 
Aquella noche fue intensa, las apuestas en el
Juego caldearon el ambiente tanto o más que las chicas.
Una muy buena cantidad de alcohol ayudo A que mi boca se soltara y le hiciera de paladín a quien no debía, la querida de aquel tipo, que hasta hacia poco había creído amigo y acabo siendo mi socio.
El caso es que  lo que empezó siendo una noche normal en la medida de esta normalidad, acabara a golpes y yo tirado en la cuneta, medio muerto.
La excusa? Hablar cuándo y de quien no debía. 
La realidad? No permitir,  la cesión completa del negocio para hacer y deshacer a sus anchas con sus trapicheos.
Cuando desperté, me dolía hasta respirar, pero paradójica-mente, fue algo que me alegro, por q no era otra cosa que la muestra de que aún seguía vivo. 
Anduve sin rumbo lo que quedaba de noche, que no debía ser mucha por que pronto las luces del alba, me saludaron con la alegría propia de un nuevo amanecer, algo que nada tenía que ver con mi aspecto y menos mi humor.
Conseguí reconocer el sitio donde me encontraba, antes de que un dolor infernal me partiera en dos y me clavara de rodillas a los pies de un banco del parque. 
Mi última imagen... Tú, por fin me habías mirado.
 4 días más, tarde en despertar, solo en la cama de un hospital.
Con un paso grotesco conseguí llegar al baño y pude contemplar lo que quedaba de mí, esos hijos de puta hicieron un buen trabajo, aun después de 4 días seguía pareciendo un amasijo de carne mezclada con costillas rotas, que ni mi madre habría sido capaz de reconocer.
Abandone mi vida de golpe, me recluí en casa o lo que tenía como tal y lamí mis heridas durante dos meses enteros, hasta que mi aspecto volvió a ser algo normal.
En el parque ya no había rastro de ti, conseguí enterarme de que te habías mudado y que ahora estabas en el otro lado de la ciudad.
No fue difícil encontrarte, solo habías cambiado de barrio pero no de costumbres y hábitos.

Provoque un encuentro casual en el súper mercado que había debajo de tu casa, fue una delicia ver tu cara de sorpresa al toparte de bruces conmigo, Por un momento pensé que me habías reconocido, pero solo por un momento, rápidamente reaccionaste al impacto, soltando tus bolsas y desparramando toda tu compra por el suelo.
Calar en tu vida fue fácil, emplee todas mis armas como seductor, y si de algo sabia era de eso.
Poder desplegar mi abanico en alguien tan puro, hacía que todo fuera mágico y nuevo, tanto para ti como para mi alma perdida.
Poco a poco te ibas convirtiendo en ese salvavidas al que me agarraba con desesperación, intentando inhalar tu aire limpio y fresco.
Cada sonrisa que me dedicabas me pegaba tal pellizco en el alma que me hacía flotar como nada lo había hecho hasta ese momento. 
A veces sin que tú lo supieses te contaba mis propios sueños vivencias e incluso deseos, los narraba como historias de terceros o cuentos, y tú escuchabas atentamente cada una de ellas.
Yo observaba tus reacciones, y dependiendo de ellas conseguía aliviar un poco mi alma o hundirla un poquito más. 
Curiosamente la que más te impacto, fue la de aquel muchacho que soñaba despierto en el escaparate de aquella tienda de encajes, en poder vestir a su enamorada Ficticia con tales prendas, Y esperaba pacientemente que ella apareciera  en el tiempo, día tras día.

Conseguí establecerme en la zona abriendo un estudio fotográfico cerca de tu casa.
Mi clientela era lo suficientemente amplia como para llevar una vida sin lujos pero  holgada.
Recuerdo aquel día totalmente  nítido en mi memoria, en un abrir y cerrar de ojos el cielo se abrió pillándonos aun en la calle, intentamos avanzar  corriendo por la calle, salpicándonos con nuestras propias zancadas.
a lo lejos y un poco turbio, vi a dos personas refugiadas en un portal cerca del tuyo, un avance más y pude comprobar con un escalofrió de quienes se trataba.
Llegamos a tu casa y metiéndote en el portal con unas simples buenas noches salí disparado de allí, no pude esperar a ver tu cara. No habría podido.
Nada mas girar la esquina me topé con tu vecina, esa pesada y charlatana que no para ni debajo del agua, me retuvo allí el tiempo suficiente como para que cuando quise llegar a donde había visto a mi socio y su amante, ya no hubiera rastro de ellos... Sabía dónde encontrarlos, eso no era problema, pero y si en el tiempo que tarde en llegar ellos fueron a hacerle una visita a ella? 
Mi cara de pánico no tenía nada que ver con lo que sentí por dentro, odio terror y angustia se mezclaron para hacerme reaccionar y salir disparado de nuevo a tu casa.
Cuando abriste tu cara de sorpresa fue un alivio, ahí estabas tú, tan bonita y frágil como siempre, y yo empapado hasta los huesos queriendo comerte para así poder saciar un poco del hambre que tenia de ti.
No dije nada, entre Y  cerré la puerta sin dejar de mirarte , sabía que si te rozaba no habría marcha atrás, me sería imposible no devorarte, pero fuiste tú quien reacciono, besaste mis labios, y a continuación me volviste a mirar, tus ojos eran una pregunta callada , de veras dudabas de mí ? Empecé a reír como un loco, ahí estaba la mujer que durante 5 largos años había alimentado mis sueños y deseos hasta el punto de hacerme cambiar de vida, y ella dudaba de si yo quería ser besado.
Tu reacción no fue nada divertida , al menos para ti , abriendo la puerta de nuevo y con un cara mortalmente seria y digna me pediste que me marchara, tu humillación se reflejaba en tus ojos y eso fue demasiado ya para mí. 
Cerrando de un portazo avance hacia ti y me recree en besar esos labios que me estaban matando con solo mirarlos.
Estaba perdido, ya no había marcha atrás, te necesitaba y tú me hacías saber que también, decir que no había dulzura en ese festín seria mentir, pero la dulzura estaba mezclada en perfecta combinación con pasión seducción sensualidad y ternura.
Todo para mí era magia en ti, recorrer con mis dedos tus curvas una locura febril y beberte con mis labios el placer más buscado.
Entrar dentro de ti fue la liberación que necesitaba y oírte explotar de placer entre mis brazos, algo que aún me hace estremecer.
Eras mía, ahora sí. Esa fue mi primera revelación al despertar a tu lado y verte dormir.
La segunda fue que Necesitaba  protegerte de todo, incluido si era necesario de mí.
Cuando entre en el club parecía que todos me esperaban, me dirigí directamente a mi despacho y allí estaba el, la mesa decorada con perfectas líneas de polvo blanco y su eterna sonrisa de cabrón.
Le tire el papel que buscaba y en el que cedía sin precio alguno mi parte, no quería nada de aquel antro y ojala con esta cesión también hubieran ido mis diez años perdidos de vida.
Cuando estaba saliendo de allí Mabel me sujeto por el brazo y me pidió hablar conmigo un momento, sus modales eran como no de cabaretera y convencer a un hombre que pretende escapar a sus encantos un reto imperdonable de ser perdido.
Su mano se introdujo, en mi chaqueta buscando piel y la otra probó suerte más abajo, en mi pantalón.
Ese fue el momento en el que te vi a ti, levabas un paquete en la mano, no sé qué demonios andabas haciendo en el barrio chino, pero lo cierto es que me mirabas allí quieta, con una cara sin expresión, por la que corría una sola lágrima.
Tu condena sin juicio previo estaba clara, y yo impotente no podía correr a tu lado y explicarte, para que nadie pudiera vincularte conmigo. 
Ahí te deje, clavada en la acera viéndome entrar de nuevo entre las carcajadas de aquella fulana que me repugnaba y viendo morir de golpe toda posibilidad de felicidad contigo.
Intente a la mañana siguiente explicarte, pero ni abriste la puerta ni cogiste teléfono anduve tres días borracho  en tu calle, pero ni rastro de ti.
Mi último intento fue escribir en una carta todo aquello que no querías escuchar y hacértelo llegar a tu buzón.
Pero nada...... Nunca llego respuesta.
Dos meses hace ya que abandone aquella zona, todo me provocaba una melancolía y tristeza que me estaba matando, y por pura supervivencia decidí que si no te podía tener mejor huir.
Estaba saliendo de la ducha cuando el timbre sonó, me envolví en un albornoz y me dispuse a abrir la puerta, pero al hacerlo no había nadie. 
Cuando estaba a punto de cerrarla, me di cuenta de que en el suelo había un paquete, lo recogí extrañado y lo empecé a abrir. Perfectamente doblada estaba entre papeles de seda la prenda más etérea y delicada que jamás había visto.
Como única nota aclaratoria la frase " Déjame ser ella...." 
Como muestra de que no era un sueño tu sonrisa tras la puerta que automáticamente volví abrir.

FIN.


No hay comentarios:

Publicar un comentario